«… edificaré mi iglesia»
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-19 En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Palabra de Dios
A TI TE ENTREGO LAS LLAVES - Florentino Ulibarri A ti te entrego las llaves: en tus manos pongo la creación entera, también mi Reino, mis ilusiones, y mi confianza y palabra de Padre. Te hago portero de esperanzas y proyectos para que te sientas libre y responsable. Llaves para abrir las puertas cerradas, los corazones duros e insolidarios y todos los secretos fabricados. Llaves para repartir los bienes de la tierra, todo lo que puse y produce, sin que te sientas ladrón de haciendas. Llaves para mostrar todos los tesoros de arcas, baúles y bibliotecas, y poder sacar las cosas buenas. Llaves para dar a conocer los misterios de la ciencia y desenredar conciencias. Llaves para abrir lo que otros cierran –bancos, fábricas, fronteras e Iglesias–, quizá tu casa, tu patio, tu cuenta. Llaves para entrar en cárceles, quitar trabas, soltar cadenas, anular grilletes, conocer mazmorras. Llaves para perdonar barbaridades, quitar miedos y culpabilidades y andar erguido y sin genuflexiones. Llaves para que nadie encuentre las puertas de su camino cerradas aunque sea noche oscura. Llaves para desatar leyes, mandatos, edictos y normas de señores, jefes y prepotentes. Llaves para liberar a los que sienten que tienen las puertas cerradas y la vida hecha y planificada. Llaves para poder salir al mundo a que te dé sol y brisa y te quite la costra que llevas encima. Llaves para que nadie se atrinchere y busque refugio en tus rincones cuando ha herido a los más pobres. Llaves para que los insensatos no pierdan el tiempo quejándose, y puedan entrar aunque lleguen tarde. Llaves para que siempre puedas, a quien llega a tiempo o deshora, enseñar tus entrañas y acogerle. Llaves para abrir heridas –en el cuerpo, en el alma, en las estructuras– y así poder curarlas. Llaves para cuidar y mostrar la buena noticia, mi casa, mis tesoros de Padre y Madre. A ti te entrego las llaves; pero mira los rostros setenta veces siete antes de creerte juez, clérigo o jefe.
Y para los más pequeños:
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