«Llenad las tinajas…»
Lectura del santo Evangelio según San Juan 2, 1-11 En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Palabra de Dios
NO TENEMOS VINO - Florentino Ulibarri Para nuestras reuniones más queridas donde festejamos lo que Tú nos das; para los encuentros fraternos en los que haces crecer nuestros amores, no tenemos vino. Para las manifestaciones de protesta pidiendo paz, trabajo y justicia; para la fiesta del compromiso humano donde celebramos triunfos y fracasos, no tenemos vino. Para los espacios sacramentales que reviven y actualizan tu presencia; para vivir con alegría, cualquier día, la invitación a tu cena y eucaristía, no tenemos vino. Para el anuncio de tu buena noticia con nuestras torpes palabras humanas; para testimoniar tu reino fraterno soñado como un banquete de puertas abiertas, no tenemos vino. Para la alianza de todas las civilizaciones, del mundo rico con el mundo pobre; para las bodas de tus hijos e hijas que recrean tu proyecto de gozo y vida, no tenemos vino. Para el abrazo solidario con los inmigrantes que reclaman los derechos más elementales; para nuestras celebraciones de cada día sencillas, íntimas, queridas, no tenemos vino. Y por eso andamos tristes y apocados, sin gracia y con la ilusión apagada. Nos falta la alegría compartida aunque abunden jarras y tinajas. ¡No tenemos vino! ¡Haced lo que él os diga!
Y para los más pequeños:
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