«… todo en su corazón»
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 41-52 Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo. Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». Pero ellos no comprendieron lo que les dijo. Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres. Palabra de Dios
TOMO LA PALABRA - Florentino Ulibarri Tras tanto tiempo de silencio, a veces impuesto por la costumbre de quienes se creen con derecho, y otras muchas aceptado complacientemente, con resignación, miedo o buscando algún beneficio... Tras tanto tiempo de sordera, a veces elegida, para no escuchar reclamaciones ni gritos hirientes, y otras, impuesta por quienes se creen dueños de la palabra, de las personas y de la historia... Tras tanto tiempo sin gestos, viviendo con los sentidos dormidos, sin gozo, sin dignidad, sin espíritu, y siendo mero objeto para quienes se hicieron con las bridas de tus sueños y los nuestros... Hoy, tomo la palabra, desentumezco los sentidos y el rostro, pienso, opino y proclamo que existo, sueño y creo. Tomo la palabra a tu ejemplo, en el templo, aunque haya quien me ponga en aprieto o quiera llevarme donde no quiero. Tomo la palabra y rompo lo políticamente correcto para compartir con quienes lo perdieron todo y sólo conservan silencios, heridas y huecos. Tomo la palabra y dejo que mi espíritu y gestos anuncien esperanzas a quienes sufren en silencio y lloran sin consuelo. Tomo la palabra. Doy la palabra. Pregunto. Escucho y callo. Y oigo voces de esperanza, de protesta, de afecto, de proyectos... salidas de las entrañas, y gestos humanos que van encarnando nuestros sueños navideños y tus sueños evangélicos. Y pienso, siento y creo que te estoy siguiendo y haciéndome hijo en el templo, en la calle y en casa.
Y para los más pequeños:
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