«… mis palabras no pasarán»
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de la gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, solo el Padre». Palabra de Dios
AQUÍ ESTOY, SEÑOR, ¡TÚ SABES CÓMO! - Florentino Ulibarri Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu tiempo, entre estremecida, asustada, aturdida, expectante... enamorada, percibiendo cómo avivas en mi pobre corazón los rescoldos del deseo de otros tiempos. Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu tiempo, sintiendo cómo despiertas, con un toque de nostalgia, mi esperanza que se despereza y abre los ojos, entre asustada y confiada, deslumbrada por el agradecimiento. Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu casa, enfrentada a las paradojas de esperar lo inesperable, de amar lo caduco y débil, de confiar en quien se hace humilde, de enriquecerse entregándose. Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu casa, con la mirada clavada en tus ojos que me miran con el anhelo encendido y el deseo en ascuas, luchando contra mis miedos, queriendo entrar en las estancias. Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu tiempo y casa, medio cautiva, medio avergonzada, a veces pienso que enamorada, queriendo despojarme de tanto peso, inercia y susto... para entrar descalza en este espacio y tiempo de gracia. Aquí estoy, Señor, ¡tú sabes cómo, mejor que nadie!, intentando traspasar la niebla que nos separa, rogándote que enjugues tú mis lágrimas, queriendo responder a tu llamada con alegría y salir de mí misma hacia el alba. Aquí estoy, Señor, orientando cuerpo y alma hacia el lugar de la promesa que no veo, aguardando lo que no siempre quiero, lo que desconozco, lo que, sin embargo, es mi mayor certeza y anhelo. Aquí estoy, Señor, en el umbral de tu tiempo y casa. ¡No te canses de llamar, Señor! ¡No te canses de llegar! ¡No te canses de venir, Señor! Yo continuaré aquí confiado en tu Palabra.
Y para los más pequeños:
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