«Vosotros sois testigos…»
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 24, 35-48 En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto». Palabra de Dios
VIVIR PASCUALMENTE - Florentino Ulibarri Vivir pascualmente es vivir cada momento intensamente, como si fuese el último, y dar cada paso, con sorpresa y gozo, como si fuese el primero. Es inspirar amor y conciencia en nuestro frágil cuerpo e historia, y entrar con gozo y paz en el cuerpo universal y místico que todos somos ya ahora. Es acoger la liberación y sanación de nuestro ser entero que se hacen presentes, aquí y hora y en el reverso de la historia, rompiendo nuestros normas y credos. Es mirar y ver las llagas del cuerpo y del alma tan sangrantes en tantas personas, y no pensar que quienes las tienen son aprovechadas o fantasmas. Es compartir lo que tenemos, con generosidad y gozo, con los hermanos necesitados aunque no los conozcamos y sólo sea un trozo de pez asado. Es desprendernos del sufrimiento y miedo, que atenazan y cierran nuestra mente, corazón y entrañas, y abrir todas las ventanas a tu brisa resucitada. Es no perder la capacidad de asombro, abrir nuestro entendimiento, aprender día a día en cada encuentro, alegrarse por todo lo bueno, y ser testigos de lo vivido. Es ver en cada paso humano tu paso divino de enamorado, tan pascual y cercano, tan rompedor y solidario, tan al lado de nuestros pies cansados...
Y para los más pequeños:

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