«… sus frutos»
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 33-43 En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’. Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’. Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?». Le contestan: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo». Y Jesús les dice: «No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente” Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos». Palabra de Dios
LA VIÑA DE MI AMIGO - Florentino Ulibarri Mi amigo tenía una viña en fértil collado. Como hábil labrador la entrecavó, la despedró, y plantó buenas cepas; la rodeó con una cerca, construyó en medio una atalaya y un lagar para recoger el fruto de la cosecha. Mi amigo amaba su viña tanto como su casa solariega, pero tuvo que ausentarse por sus múltiples tareas. Antes de irse nos eligió e hizo de su cuadrilla y nos dejó al frente de su viña; nos marcó nuestro trabajo, llenó nuestra existencia de tiempo y riqueza, y nos regaló sus propias herramientas. Él, que tan bien nos conoce, creía que estando solos, sin dioses que nos miren y controlen, trabajaríamos mejor. Pasaron años y cosechas, pero mi amigo no olvidaba su viña y quiso probar los frutos de su heredad predilecta. Envió a sabios criados que no lograron nada; envió a criados dialogantes que volvieron al instante; envió a criados fuertes que volvieron con las espaldas marcadas; envió a profetas que nadie escuchaba; envió a su hijo, el que había sido camarada y elegido a los labradores... Pero éstos lo mataron con saña, se creyeron dueños de la viña y se dieron a la buena vida. Olvidaron su tarea, y la viña, en vez de olorosa uva, empezó a dar agrazones en toda circunstancia. ¿Qué hará mi amigo ahora con su viña y los labradores? ¡Pues contarles, una y otra vez, la historia, para ver si la entienden y se convierten, y logra un final feliz, que es lo que él quiere! Señor, estén mis oídos atentos a escuchar tu palabra.
Y para los más pequeños:
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