«…muchos son los llamados»
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14 En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”. Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos». Palabra de Dios
VENID A LA FIESTA - Florentino Ulibarri Hoy has preparado un banquete, en tu amplia tienda de la alianza levantada en esta tierra tuya y nuestra, para que tu presencia no nos resultara extraña. Es tu hijo quien se casa, y la ocasión es única para hacernos presente tu generosidad y gracia. Ya está la entrada engalanada, los jardines adornados, las farolas y antorchas alumbrando caminos, rincones y plazas, las habitaciones dispuestas y la sala del banquete preparada con todo lo necesario para la fiesta, porque la ocasión es única. La mesa lista para el banquete con los mejores manjares que se conocen y un vino reserva excelente, para alegrar a los reticentes, traído de tu viña predilecta. Todo en abundancia, que a ti te gusta que sobre y no falte cuando se va o se pasa por tu casa. Los criados han partido para invitar a tus amigos, que son muchos y muy distintos y están dispersos por el amplio mundo. ¡Venid a la fiesta! ¡Venid a la fiesta!, se oye en pueblos y casas, y como un eco resuena setenta veces siete y llega a todos los corazones. Atardece, y tu tienda está vacía. Tus amigos, muy ocupados en sus cosas y haciendas, declinan la invitación como si fuese una oferta cualquiera. Te hacen pasar un mal trago aduciendo motivos, disculpas y excusas que suenan a justificar sus conciencias. Sin embargo, hoy, la fiesta se hará; es tu querer y voluntad decidida. Tu generosidad y riqueza no pueden terminar en la basura. De la calle, de las plazas, de los rincones más olvidados y del reverso de la historia llegarán tus invitados. Serán cojos, ciegos y sordos, hambrientos, pobres y presos, ciudadanos y extranjeros, emigrantes sin papeles, hombres y mujeres, ancianos y niños de toda raza, color y oficio, que oyen a tus mensajeros y se sienten sorprendidos. Los que a nada sois invitados... ¡Venid a la fiesta! Los que estáis solos y sin futuro... ¡Venid a la fiesta! Los que tenéis hambre y no trabajo... ¡Venid a la fiesta! Todos los despreciados y humillados... ¡Venid a la fiesta! Los sin nombre y sin historia... ¡Venid a la fiesta! Los que no sois sino recursos humanos... ¡Venid a la fiesta! Los que sufrís la risa y la miseria... ¡Venid a la fiesta! Los nadie de ahora y siempre... ¡Venid a la fiesta! ¡Vamos a tu fiesta, Señor!
Y para los más pequeños:
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