¿Quién decís que soy…?
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20 En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías. Palabra de Dios
PASEANDO POR CESAREA DE FILIPO - Florentino Ulibarri En estos tiempos de ambigüedad y crisis nos piden ortodoxas confesiones, doctrina clara y precisa, con puntos y comas, que siga las pautas de quienes se arrogaron, desde los inicios de la historia, la facultad de emitir juicios de calidad sobre la verdad y la experiencia propia y ajena. Esos tales tienen, hoy, sus sucesores y adalides que vigilan nuestros pasos y libertades y nos ofrecen un catecismo sin interrogantes. Así, se nos hace difícil comunicar la propia fe con las palabras y el lenguaje que usamos y nos pertenece. Ya sabemos que dicho lenguaje es temporal y humano, ambiguo e impreciso, lleno de vida y sentimientos... y, como tal, nunca perfecto. Por eso, sólo sugerimos y proponemos, nunca nos encerramos en lo que expresamos, y siempre ansiamos comunicarnos, dialogar y enriquecernos. Pues lo que percibimos, Señor, en tus diálogos con los discípulos, es un camino abierto a la sabiduría y al crecimiento; nunca verdades escondidas que haya que formular con la precisión de un arquero que da en el centro, que haya que guardar en el baúl de cedro para que no se manchen ni degraden con nuestros sentimientos y lenguaje. Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Así como tú nos preguntas sinceramente, sinceramente te respondemos. ¡Estamos en diálogo abierto y fructífero! Pero no esperes que te respondamos “Hijo de Dios, Mesías”... o algo que no entendemos, después de la reprimenda que recibió Pedro. Nosotros, Señor, somos más terrenos, y no dominamos los recovecos y filigranas del lenguaje teológico.... Contigo no hay problema ni en privado ni en público... Lo malo es cuando la pregunta sobre ti nos la hacen esos otros expertos.
Un poco de música de las piedras que edificarán la iglesia:
Y para los más pequeños:
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