«… decidlo a la luz…»
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 26-33
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse.
Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea.
No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones.
A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Palabra de Dios
A TI TE ENTREGO LAS LLAVES - Florentino Ulibarri A ti te entrego las llaves: en tus manos pongo la creación entera, también mi Reino, mis ilusiones, y mi confianza y palabra de Padre. Te hago portero de esperanzas y proyectos para que te sientas libre y responsable. Llaves para abrir las puertas cerradas, los corazones duros e insolidarios y todos los secretos fabricados. Llaves para repartir los bienes de la tierra, todo lo que puse y produce, sin que te sientas ladrón de haciendas. Llaves para mostrar todos los tesoros de arcas, baúles y bibliotecas, y poder sacar las cosas buenas. Llaves para dar a conocer los misterios de la ciencia y desenredar conciencias. Llaves para abrir lo que otros cierran –bancos, fábricas, fronteras e Iglesias–, quizá tu casa, tu patio, tu cuenta. Llaves para entrar en cárceles, quitar trabas, soltar cadenas, anular grilletes, conocer mazmorras. Llaves para perdonar barbaridades, quitar miedos y culpabilidades y andar erguido y sin genuflexiones. Llaves para que nadie encuentre las puertas de su camino cerradas aunque sea noche oscura. Llaves para desatar leyes, mandatos, edictos y normas de señores, jefes y prepotentes. Llaves para liberar a los que sienten que tienen las puertas cerradas y la vida hecha y planificada. Llaves para poder salir al mundo a que te dé sol y brisa y te quite la costra que llevas encima. Llaves para que nadie se atrinchere y busque refugio en tus rincones cuando ha herido a los más pobres. Llaves para que los insensatos no pierdan el tiempo quejándose, y puedan entrar aunque lleguen tarde. Llaves para que siempre puedas, a quien llega a tiempo o deshora, enseñar tus entrañas y acogerle. Llaves para abrir heridas –en el cuerpo, en el alma, en las estructuras– y así poder curarlas. Llaves para cuidar y mostrar la buena noticia, mi casa, mis tesoros de Padre y Madre. A ti te entrego las llaves; pero mira los rostros setenta veces siete antes de creerte juez, clérigo o jefe.
Y para los más pequeños:

Comentarios recientes