«… será enaltecido.»
Lectura del santo evangelio según San Lucas 18, 9-14 En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”. El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Palabra de Dios
SUBIR AL TEMPLO, BAJAR AL TEMPLO (Florentino Ulibarri) Al templo se sube - o quizá haya que bajar -; pero siempre el camino nos pide un poco de ascesis - vivir conscientemente, superación de la monotonía, ir más allá de donde estamos... - y andar por sendas de justicia e igualdad. Se sube -o quizá haya que bajar- a orar, a escuchar atentamente, a dialogar, a dejarse interpelar e interpelar a cobijarse en el amor y a amar, a gozar en soledad de tu compañía... A orar estamos invitados todos, aunque sea a escondidas, tengamos costumbre o monotonía, seamos legos en esta materia o no sea lo que se estila. Todos, fariseos y publicanos, ricos y pobres, sabios y torpes, agnósticos, ateos y creyentes, cristianos y no cristianos... Y oramos al mismo Dios, aunque no nos pongamos de acuerdo y parezca mentira... Al orar, hoy y siempre, lo importante es lo que sale de dentro, y el que seamos un poco más conscientes de quién eres tú y de quiénes somos nosotros. Para ello, hay que desnudarse, estemos en primera o última fila, y bañarnos en tus fuentes de agua viva que corre gratis y ofrece vida, paz y alegría.. Pero no siempre sucede lo que decimos, porque el quedar bien y la apariencia nos lleva al autoengaño, y las justificaciones nos visten, nos hacen impermeables y no nos dejan exponernos, como nos creaste, e introducirnos en tus manantiales... Y del templo siempre hay que bajar – o subir - a los caminos de la vida donde tú nos pusiste y quieres enseguida. ¡Pero qué distinto es hacerlo cargados o ligeros de equipaje, conscientemente o envueltos en redes, sostenidos u orgullosamente firmes, humildemente o entronados en pedestales, seguros de nosotros mismos o asidos a tu Espíritu, justificados o como hemos ido... como el publicano o como el fariseo!
Y para los más pequeños:
Comentarios recientes