«… levantó los ojos…»
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19, 1-10 En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido». Palabra de Dios
LEVANTÓ LOS OJOS... Florentino Ulibarri Un día cualquiera, cuando menos lo esperas porque es tanto el tiempo que llevas soñándolo, y has previsto todos los detalles y preparado todos los pasos, sin resultado, resulta que Ël pasa a tu lado. Un día cualquiera, en el que repetías, otra vez, tus costumbres y monotonías como quien respira sin darle importancia, resulta que Él levanta la vista, te ve, te llama por tu nombre, y se te abre el horizonte... Tu vida, tan llena y tan vacía, no te satisfacía; no acostumbrabas a estar en calles y plazas y, menos, subido a higueras que te exponían a comentarios y risas; pero aquel día rompiste todas las rutinas... y resulta que Él levantó la vista. Ya en tu casa, en la intimidad con quien se había invitado a hospedarse y comer contigo, te desahogas, pones sobre la mesa tus miserias y tus promesas; y Él levanta la vista, te mira y te abraza. Tú te sientes renovado, con la vida y el destino en tus manos, y Él levanta los ojos al Padre, sonríe, le da gracias... y continúa por otras calles y plazas en busca de más hermanos y hermanas. Y tú, no lo retienes pero te haces discípulo en tu pueblo, profesión y casa.. Por eso, quizá hoy Él levante su mirada, nos vea y llame por nuestro nombre y descubramos todo lo que Dios nos ama, porque, aunque pecadores, nos quiere en su casa.
Y para los más pequeños:

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