«… haz tú lo mismo»
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 25-37 En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?» Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?» Él respondió: «”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”» Él le dijo: «Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida.» Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Respondió Jesús diciendo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva." ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?» Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Jesús le dijo: «Anda y haz tú lo mismo.» PALABRA DEL SEÑOR
PARA HACERSE PRÓJIMO (Florentino Ulibarri) Dos ojos para mirar y ver corazones, reversos y cunetas tan llenos de vida y llamadas que detienen nuestros negocios a pesar de su importancia y urgencia. Dos oídos, también, para escuchar los gritos y susurros del Espíritu y de todos los silenciados de la historia, que claman con fuerza medio muertos en las cunetas. Para oler, una sola nariz con dos ventanas siempre abiertas que testimonian la presencia de un acontecimiento real aunque se quiera negar su evidencia. Unos labios para besar, una garganta para hablar, una boca para masticar y saborear, y ese rostro que nos recuerda lo buena que es la suavidad. Un corazón que, a veces, duele de tanto entregarse y palpitar intentando romper la soledad y crear igualdad y fraternidad. Y todo el cuerpo para rozarse más. También, una cabalgadura para viajar, algo de dinero y mucha paz; aceite, agua y vino en la mochila por si acaso y por seguridad y compartir en caso de necesidad. Buenas relaciones en todos los lugares aunque uno sea samaritano y extranjero; tener la confianza de los posaderos mostrándose de fiar y generoso al ejercer la solidaridad. Y si te ponen de héroe y ejemplo o hacen con tu historia un bello relato, tú guarda silencio y paz y sigue tus negocios y camino haciéndote, día a día, más prójimo.
Y para los más pequeños:
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