«Preparad el camino…»
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 16 En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, lo escabroso será camino llano. Y toda carne verá la salvación de Dios.» PALABRA DEL SEÑOR
ENSÉÑAME, SEÑOR, TUS CAMINOS F. Ulibarri Son tantos los lugares recorridos y tantos los sueños tenidos creyendo y afirmando que no hay más caminos que aquellos que marca el caminante con sus pasos y sus decisiones... que hoy mi palabra duda y teme alzarse. Pero desde este lugar en que me encuentro, a veces sin rumbo y perdido, a veces cansado y roto, a veces triste y desilusionado, a veces como al inicio, te susurro y suplico: Enséñame, Señor, tus caminos; tus caminos verdaderos, tus caminos desvelados y ofrecidos, seguros, limpios y fraternos, tus caminos de gracia, brisa y vida, tus caminos más queridos, tus caminos de "obligado recorrido", a contracorriente de lo que más propaganda ofrece, que se recorren en compañía y nos dejan a la puerta de tu casa solariega. Llévame por tus avenidas de paz y justicia, por tus rotondas solidarias y humanas, por tus autopistas de libertad y dignidad, por tus cañadas de austeridad y pobreza, por tus sendas de utopía y novedad y, si es preciso, campo a través siguiendo tus huellas y por la calle real de la compasión y misericordia. Y que, al llegar a la puerta de tu casa, pueda lavarme y descansar en el umbral, oír tu voz que me llama, y entrar para comer y beber contigo y sentirme hijo y hermano en el banquete preparado por ti y tus amigos. Y, después, salir, con enrgía y esperanza redobladas, a preparar tus caminos.
Y para los más pequeños:

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