Evangelio dominical – XXX del tiempo ordinario
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 22, 34-40.
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente».
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas.
PALABRA DEL SEÑOR

CON TODO EL CORAZÓN (Jáuregui)
Una de las cosas que más me preocupa
es quedarme por debajo del listón que pides
Tú siempre exigiendo más, como buen amigo.
Y yo… bajo la ley del mínimo esfuerzo.
Y eso me duele, porque me doy cuenta
de que mereces una respuesta mejor.
Lo del Evangelio “con todo tu corazón,
con toda tu alma y todo tu ser” me asusta.
Hablas de un amor sin fisuras, ni condiciones,
sin rodeos, ni estrategias disuasorias.
Me gusta tu finura y transparencia
y tu fuerza apuntalando los niveles del amor.
Estoy “tocado” por una sociedad
que entiende las cosas de forma provisional.
Nada es perdurable. Todo es desechable.
Hasta el sentido de la vida que las sostienen.
Hay quienes están dispuestos a trabajar
por ti, por tu noble y santa causa,
pero tropiezan con ese “todo”
y se echan atrás o ponen condiciones
para marcar ellos el ritmo y no Tú.
Ya puedes tener prisas y muchos campos.
Los operarios tienen la última palabra.
Pero no borres el “todo” de tu programa.
Porque siempre habrá valientes
que no les importe entregarte la totalidad
de su vida y de su corazón.
Siempre habrá ese espacio reservado
a hombres y mujeres capaces de jugarse
la vida como ofrenda viva y definitiva.
Gracias, Jesús, porque no te reservas nada.
Así me lo enseñas a mí y a los que cumplen
el mandamiento más importante de la ley.
Y para los más pequeños:

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